Daniel Sánchez Arévalo estrena este viernes en Netflix su primera serie, Los de la última fila, producido por Atípico Films. Él mismo escribe y dirige los seis episodios de esta historia de un grupo de amigos que se acercan a los cuarenta y cada año cumplen una tradición: un viaje juntos. Durante una semana se enfrentarán retos personales y colectivos con una duradera y sólida amistad como ancla. Una historia de personajes que crecen y avanzan con cada capítulo.
En Los de la última fila el pistoletazo de salida lo da el diagnóstico de cáncer. Uno de los cinco protagonistas debe someterse a un tratamiento de quimioterapia. Antes de empezar el primer ciclo, todos deciden raparse la cabeza e irse juntos a pasar una semana en Cádiz. Además, para que la experiencia sea más auténtica, dos reglas se han autoimpuesto. La primera, no hablamos de la enfermedad. La segunda, cada una tiene que escribir en un papel lo que le gustaría hacer si supiera que le queda poco tiempo y todas tenían que cumplir con lo escrito. así comienza Los de la última filaque advierte al espectador muy temprano que ella no tiene intencion de decirte quien esta enfermo hasta el final. Y no importa, porque lo importante aquí no es eso, sino todo lo demás.
La idea de una escapada anual para amigos de toda la vida es algo que se le ocurrió a Daniel Sánchez Arévalo porque “mi niña lo hace y luego descubrí que hay muchas mujeres que lo hacen”. Una costumbre que sitúa a los protagonistas en un punto de partida único: ver cómo personas tan diferentes son capaces de permanecer juntas tantos años después y seguir siendo importantes entre sí. Lo que hace que estas vacaciones sean diferentes es el cáncer. Información incluida en la sinopsis oficial que, a priori, puede resultar engañosa. En realidad, no es más que un recurso dramático, por así decirlo, para una serie que mezcla drama y comedia y apenas habla de la enfermedad.
Durante una semana se enfrentarán a retos personales y colectivos con una duradera y sólida amistad como ancla.
Leer o escuchar esta palabra puede generar algún rechazo u objeciones. Sin embargo, no tienes que parar con eso. Sara, Carol, Olga, Alma y Leo merecen la oportunidad de contar su historia. Y Itsaso Arana, María Rodríguez Soto, Godeliv Van Den Brandt, Mónica Miranda y Mariona Terés, que les dan vida, para sorprender con actuaciones que, como apunta su escritor y director, no han hecho “mutar” a los personajes que escribió, sino que los han hecho “crecer”. Cada una aporta su esencia y toda su fuerza para que estas mujeres, tan “diferentes” y que forman un grupo donde la “diversidad” está muy presente, calen hondo. Con sus problemas y su personalidad arrolladora (o no), son únicos. Después del primer episodio, deja de importar quién es el que tendrá que ir al hospital en el camino de regreso.. El foco está en otra parte.

Las pocas ocasiones en que se alude al cáncer o lo que implica, se hace por respeto. Sin rastro de ese vocabulario bélico que a veces se asocia a la enfermedad. Sobre esta decisión sobre el lenguaje y el tono, Sánchez Arévalo dice que habló con asociaciones y “es algo que me preguntaron”. Porque no se trata de una guerra o una batalla ni nada de eso, es una “mierda”. Pero eso no implica que se deje llevar al “otro extremo”, el del lenguaje edulcorado y la imposición del positivismo. Se aborda el tema desde un punto de vista natural, con respeto por los pacientes y sus familiares y, de alguna manera, dejando de lado el “estigma”. Una sabia decisión que favorece el desarrollo de la historia y su progresión. La intención no es enviar un mensaje, pero sí ayudar a eliminar el tabú que rodea al cáncer.
No decidir hasta el final qué personaje tiene cáncer es un “ejercicio” al que Sánchez Arévalo se ha comprometido desde el principio del escrito. Una decisión que reconoce que le costó mantener. Una vez hecho, cuando ya estaba escrito, “al final lo dejé abierto, pero no lo cambié”. El final de la serie es el que es y, sin arruinar la experiencia, cabe destacar la autenticidad de esa escena y su poder emocional. Quizá porque ni las actrices supieron sobre qué personaje pesaba el diagnóstico hasta el “penúltimo día de rodaje”, que es cuando esa escena revelación quedó grabada para todos. Ocultarlo puede haberlos privado de una “herramienta” para construir sus personajes, pero resultó que funcionó de muchas maneras.
En una serie donde sus protagonistas son cinco amigas de la infancia que ahora rozan la cuarenta, la química entre las actrices que les dan vida es capital. En Los de la última fila se ve, se disfruta y eso magnifica el resultado. Además, según Sánchez Arévalo, es algo que también sucedió fuera de cámara.
Itsaso Arana, María Rodríguez Soto, Godeliv Van Den Brandt, Mónica Miranda y Mariona Terés son Los de la última filapero los cameos merecen una mención especial. Aunque al director y guionista le hubiera gustado mantenerlos en secreto para sorprender al espectador, sus nombres funcionan muy bien a nivel promocional. Además, son un sueño hecho realidad para él. Porque, explica, cuando ya habían llevado a cabo la elección de las actrices protagonistas, quizás menos conocidas por el gran público, llegó el momento de los cameos. Luego optó por actores y actrices con los que no había trabajado y le gustaría hacerlo. Así entraron al elenco Macarena García, Michelle Jenner, Carmen Machi y, más tarde, “mi hermano, Antonio de la Torre, como capitán de navío”. es también Javier Rey, pero la suya no es una aparición puntual: “Es el sexto protagonista”.
en un panorama seriéfilo repleta de estrenos en los que se pueden acumular hasta una decena en un solo día, destacar no es fácil. Los de la última fila Llega con la marca de Daniel Sánchez Arévalo como garantía. Un director y guionista que ganó el Goya por azul oscuro casi negro y que ha firmado títulos tan interesantes como gordo, Primos Y La gran familia española, por ejemplo. Por otro lado, en su primera serie no encaja en la historia lineal y apuesta por jugar con el tiempo y el espacio, como en el capítulo dos. Destaca formalmente por eso y porque también utiliza recursos que dan vida a situaciones que sólo suceden en la cabeza de los protagonistas, representándolos ante la cámara. Conversaciones imaginarias que se comparten con el espectador y también llamadas telefónicas. “No me gusta la pantalla dividida”, admite. Así que trató de poner a los personajes allí, como si compartieran el mismo espacio en lugar de estar al otro lado de la línea.
Con Los de la última fila No habrá esos nervios de fin de semana de apertura, pero no desaparecen con el tiempo o la experiencia. Además, lanzarse en una plataforma presente en tantos países y con tantos millones de usuarios propicia situaciones tan gratificantes y sorprendentes como reacciones que llegan de repente desde Latinoamérica. “Lo viví con Seventeen”, recuerda el director. En segundo lugar, hay diferentes maneras de evaluar el éxitouno numérico y otro, como apunta Sánchez Arévalo, más centrado en el efecto que una serie o película tiene en quienes la ven.